7 de Agosto de 2019. BAJAWA y aldeas NGADA


Hoy no toca madrugón, así que nos levantamos tranquilamente a las 7, desayunamos exquisitas pancakes de plátano y nos vamos a recorrer la zona de las aldeas Ngada con las motos que nos alquila Johanes, dueño del Cinnamon, por 100 k al día.


La tribu Ngada, como los Torraja, es una etnia que conserva intactas muchas de sus costumbres y creencias originarias, aunque se acogieron al cristianismo con la colonización portuguesa y posteriormente holandesa, que sufrió la isla de Flores. 
Los Ngada son unos 60000 habitantes que pueblan pequeñas aldeas en la zona que rodea al volcán Gunung Inerie y las cuales, en su mayoría, conservan la característica estructura y arquitectura única de esta etnia. Los pablados son grupos de casas que rodean a una plaza rectangular central donde se encuentran las tumbas de los antepasados y los totem en recuerdo de los ancestros.

 
Cada clan familiar tiene los suyos propios, y hay uno masculino en forma de sombrilla de paja (ngahdu) con las figuras de dos manos que llevan un machete y una lanza saliendo del techo y otro femenino (bhaga), que es una pequeña casita con tejado de paja. 





Usan estos monumentos a los ancestros para llevar a cabo los sacrificios rituales. Los poblados están habitados por varios clanes familiares y cada clan tiene varias casas. Las construcciones de las viviendas también son muy características, con paredes de poco más de un metro y tejados que alcanzarán los 6 u 8 metros de altura y hechos de paja. Algunos tienen como decoración en la zona más elevada una figura masculina, que conmemora a los ancestros masculinos y otros tienen una pequeña casita (bhaga) y son los que representan a los ancestros femeninos. 




 En conjunto las casas y los monumentos funerarios generan una estructura harmónica de gran belleza.
 



 

Lo que más nos sorprende de esta zona, que lo vamos observando en toda la isla de Flores pero que aquí cobra mayor presencia, es la simpatía y hospitalidad de la gente. Son extremadamente amables y acogedores. Prácticamente toda la gente que te cruzas por la calle, tanto andando como en motocicleta, te saluda con una amplia sonrisa y si tienen la oportunidad, te ayudan amablemente en lo que puedas necesitar. Así nos acompañan hasta bifurcaciones para que no nos perdamos, nos llevan a buscar gasolina o nos preguntan amablemente a donde queremos ir. La verdad que así se viaja MUY a gusto. 
En los poblados más turísticos de los Ngada, como en todas las zonas muy visitadas, se pierde un poco esta hospitalidad, pero aun ahí son simpáticos y agradables. 



Cogemos la carretera que lleva a Bena, el poblado más turístico, y vamos parando en las diferentes aldeas del camino como Langa, Bela o Luba. Cuanto más te alejas de Bajawa, menos influenciadas se encuentran las poblaciones, siendo el colofón final el poblado de Bena, que además de mantener intactas todas sus estructuras ancestrales, se localiza en un enclave paradisíaco, en la ladera del Volcán Gurung Inerie y con unas vistas al valle espectaculares.

 





En este poblado habitan unos 300 ngada, agrupados por clanes. En su plaza central no solo tienen varios monumentos a los ancestros y varias tumbas, además cuentan con unos monolitos de piedra de los cuales se desconoce bien su origen, pero que parece que tienen cientos de años, como así atestigua lo desgastado de la piedra. 


Los Ndanga tienen un marcado sistema de castas y no pueden mezclarse entre ellos, además están orientados a casarse con gente del mismo clan, especialmente con los primos. Además, aunque es un patriarcado, las casas se heredan de madres a hijas. 

Disfrutamos de un agradable paseo por la aldea observando como hay mujeres tejiendo Ikats, los ropajes típicos, y hombres tallando tazas y platos con el bambú, tan abundante en la zona. Impresiona mucho ver de cerca a sus habitantes, especialmente cuando te sonríen, pues tienen la boca y las encías completamente rojas y les faltan la mayoría de los dientes. Esto se debe a la adictiva costumbre de mascar Nuez de Betel. Gracias a ello se encuentra todo el pueblo lleno de machas rojas, pues la nuez la mascan y la escupen.

Todos estos poblados se encuentran inmersos en un bosque tropical lleno de enormes bambús, palmeras y plataneros. El paisaje es realmente espectacular.  


Volvemos a comer a Bajawa y después del susto que nos da Pablo porque no aparece y pensamos que se ha estampado con la moto por algún sitio, decidimos ir a comer al Restaurante Lucas. La verdad que es un acierto, la sopa está buenisima y el pescado a la brasa con patatas, también bastante acertado. 

Después de comer decidimos cambiar de ruta y nos vamos a buscar unas aguas termales que hay al norte de la ciudad. Esta zona es más fea, pero disfrutamos recorriéndola con las motos. Yo por fin me animo a llevarla yo (primera vez en mi vida que cojo una) y la verdad que disfruto bastante.
Llegamos a unas aguas termales cercanas a Soa, dirigidos por los lugareños. Allí es donde van ellos y es una vadina en la que el agua fluye constantemente. Pablo rápidamente se une a la fiesta del baño vespertino de los habitantes de la aldea. 
 


Nosotras, como vemos que las mujeres se bañas vestidas, decidimos ir en busca de las siguientes termas. Estas están a unos pocos km, pero es un recinto cerrado en el que hay que pagar entrada y es ya muy tarde para volver, así que lo desestimamos y nos vamos a recoger a Pablo para ir de vuelta a Bajawa. 

Ya en el hostal, Johanes nos dice que nos invitan a cenar, así que aceptamos gustosos. Resulta que una pareja de Singapour que está aquí alojada, le dijo a su chófer-guía que les gustaría probar comida típica de esta zona, así que prepararon un banquete de comida local y decidieron invitar a todo el hostal! En total 11 personas. 


Nos sentamos con dos españolas en frente, las otras parejas son de Singapour, suiza y una pareja mixta Italo-coreana muy majetes. La comida, picantita, como no podía ser de otro modo, pero muy rica. Pollo desmigado, verduritas y arroz con cáscara y hecho en rollitos, muy bueno. De postre nos sacan el licor local: Akar, que está hecho de palma. Nosotras contribuimos con una papaya que hemos comprado en el camino al pueblo y que está deliciosa; en su punto de maduración!
Nos quedamos un rato charrando con las españolas y luego nos vamos a tomar nuestra última cervecita con Pablo al Miabeth.

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